La Terapia Biodinámica Craneosacral tiene su origen en la tradición osteopática que se inicia con su fundador, Taylor Still, y se nutre de conceptos propios, tanto anatómicos y fisiológicos como filosóficos y espirituales. Ahora bien, este no quiere decir que hayamos llegado a un tope, que esa tradición nos limite, tan solo es un linaje al que le debemos respeto y agradecimiento y, desde el, podemos contemplar un marco o un suelo sobre el que pisar, en el que se crea una urdimbre entre el cuerpo, la mente y el espíritu. Desde esta base podemos seguir construyendo, con nuevas aportaciones de la neurociencia, de la biología, de otras medicinas y tradiciones ancestrales como la taoísta, la ayurvédica, la judeocristiana, la islámica, la budista, etc. Siempre teniendo en cuenta nuestra constitución trina, con la que experimentamos ese fenómeno misterioso que llamamos Vida.
Desde la Biodinámica hablamos de Totalidad Encarnada, como un campo, un contenedor de la experiencia, en el que podemos situar los principios que despliegan esta totalidad manifestada: la quietud dinámica, la respiración primaria y la vida propiamente dicha.
Esta Totalidad en nuestra constitución, como sabéis, se refleja análogamente en el sistema nervioso, el sistema cardio vascular y el cuerpo fluido.
Ahora bien, si hablamos de la Totalidad Encarnada, estamos constatando con claridad que hay una totalidad, de algún modo velada y misteriosa, no encarnada que contiene en si misma lo manifestado y lo no manifestado. Este misterio subyacente, anterior a lo que los físicos llaman el big bang, primero se expresa en un punto sin dimensión que es la quietud dinámica, a través de la que se genera, como el movimiento de una rueda en torno a su eje, ese océano de respiración primaria, del que emergen las formas y la vida. Una vez la creación incluye a todos los seres vivos, entre los que nos encontramos los animales humanos, la presencia del origen también se plasma en nuestras estructuras como, por ejemplo: la quietud biológica, la pausa entre la expansión y la contracción, etc…
Simplificando, cuando hablamos de nuestra constitución trina decimos que cualquier ser de humanidad tiene cuerpo, mente y espíritu, sobre todo, si en nuestra creencia contemplamos que somos seres transcendentes que en su estructura anidan, emergentes, nuevas posibilidades que, en un primer lugar, nos llevarán desde el animal humano al ser humano auténtico, con cualidades de cooperación, apoyo mutuo, solidaridad y compasión.
En esa trinidad, si la situamos metafóricamente en una balanza, cuerpo y mente serían los platillos, y el espíritu representaría el fiel inmóvil de la balanza, que ancla su raíz en la inmensidad del misterio.
Cuando hablamos de craneosacral, estamos hablando de cielo y tierra. La cúpula celeste, con su firmamento, acarreada por el titán Atlas es nuestro cráneo. El Santo Grial de nuestra pelvis se ancla en nuestro sacro. En medio de todo este entramado simbólico, está el hijo del cielo y de la tierra, el corazón, que con su árbol vascular alimenta toda la estructura. Según la sabiduría oriental, en el corazón también podemos situar ese fiel de la balanza, en el reside el Espíritu, el Emperador.
Desde la mirada de la Totalidad podemos acceder al sistema a través de cualquiera de los aspectos de nuestra naturaleza: somos espíritus que tienen cuerpo, somo cuerpos que tiene espíritu, somos mentes en un cuerpo con espíritu. Somos totalidad surgida del vacío. ¿Hay alguien que lo entienda?, mejor, de momento, desde la razón dejarlo correr y explorar el paisaje de esta casa que habitamos, nuestro cuerpo. Conocer su múltiple naturaleza imbricada y entender, en la medida de lo posible, lo que surge ante nuestra presencia. Estudiar nuestra anatomía y fisiología material y sutil, aprender a navegar por las vías que la nutren y drenan, acompañando su reorientación hacia la salud y la alegría de vivir. Cuanto más conocemos este paisaje, nuestra humana geografía, mejor trabajará nuestra intención y nuestra atención y nos soplaran al oído las musas de la intuición.
“No es el nivel espiritual el responsable del desarrollo del humano, sino el nivel mental”
Taylor Still
En esta cita, que rescata el profesor Carlos Rodeiro del legado filosófico de T. Still, resulta obvio que el espíritu como tal no necesita desarrollo, pues en sí está completo. Cuando ese nivel espiritual, por llamarlo de algún modo, se expresa en la Creación ya es Quietud Dinámica, y en su despliegue se incluyen todas las leyes que generan, conservan y renuevan lo creado. Leyes que vamos redescubriendo de paradigma científico en paradigma científico, sin haberse agotado la búsqueda. Todavía queda mucho por descubrir, por explicar desde la mirada científica. Nuestra mente compleja, en la que podemos incluir intelecto, memoria, imaginación consciencia y conciencia, entre otros agregados, es una caja de herramientas preciosa y precisa que nos va a permitir comprender y comprendernos como Totalidad Encarnada que somos, patrón, el de la totalidad, que se repite allá donde miremos.
Para experimentarlo en nosotrxs podemos hacer una autopráctica. Con una mano contactamos con nuestros dedos en la base del cráneo, en ese lugar entre el cráneo y las primeras cervicales donde aparece un hueco, como una puerta. Con la otra mano vamos a contactar con el pulgar y el índice con nuestros huesos lagrimales, como sujetando sutilmente lo alto de nuestra nariz. Detrás, en la zona occipital, estamos en lo que los orientales llaman la puerta de jade, cerca de otra puerta, la puerta del mutismo; estamos flotando entorno a ese cerebro reptiliano, próximos al cerebelo y el bulbo raquídeo, aquí también surgen la mayor parte de pares craneales, en especial los que tiene que ver con el sistema parasimpático y con el sistema vagal social. En la profundidad de esa zona se encuentra la glándula pineal o epífisis relacionada con chacra frontal, Ajna Chakra, es el llamado tercer ojo, también Ojo de Isis, el Inn tram de los chinos (la media pulgada). Por delante en lo alto de la nariz podemos contactar con los huesos lagrimales en su movimiento de rotación externa e interna, también estamos próximos al latido de las arterias angulares que irrigan el seno cavernoso, la silla turca, llegando a la glándula pituitaria o hipófisis. Sobre nuestro contacto está la glabela y en la profundidad el etmoides. En el área de la glabela está el tercer ojo que hemos mencionado. La hipófisis se relaciona con el chacra coronario, Sahasrara, el Bahui (cien reuniones) de los chinos. Vamos a escuchar todas las sensaciones que llegan a nuestra presencia, la relación entre estos dos puntos, a un lado y otro del encéfalo. También la hoz del cerebro conecta estos dos extremos. En la profundidad está el tercer ventrículo dando potencia al líquido cefalorraquídeo.
Estamos sintiendo y relacionando lo físico y lo sutil. Desde ese contacto vamos a viajar por las zonas de percepción, meciéndonos en la respiración primaria y rozando la quietud generadora de vida. Hemos viajado por cuerpo, mente y espíritu, en cuerpo, mente y espíritu.
Francisco Sánchez Molinero
Escuela Nayad
Diciembre 2020