Como colonizadores de nuevos espacios, nos hemos ubicado en el mapa que otros elaboraron con esfuerzo interdisciplinar, y hemos explorado el territorio, y una vez más la experiencia nos confirma que son múltiples las razones, diversas las causas, que explican un fenómeno tan complejo y multifacético como es la enfermedad.

Salud y enfermedad forman parte de una dialéctica que tiene su origen en la vida misma y en las fuerzas que la generan y expanden.

La enfermedad generalmente tiene un abordaje unilateral dependiendo del profesional que la trata:

De este modo podemos encontrar diversos puntos de vista unidireccionales que son incapaces de mostrarnos el puzzle completo de la realidad, incapaz de darnos una visión integradora.

La enfermedad, en ese mapa del territorio, podríamos ubicarla en la confluencia de cuatro flujos generales:

En el centro, recibiendo la impronta de esos flujos, aparecen la enfermedad y la salud, pares de opuestos y complementarios en constante proceso dialéctico .

Estos flujos, dada su imbricación, difícilmente podemos desgajarlos unos de otros, siendo cualquier abordaje parcial solo paliativo, nunca resolutivo.

Los individuos, por lo general, son estructuras perfectas en su diseño, que nacen para la vida y su proceso de constante superación de obstáculos y retos. Nacemos con la capacidad de autorregularnos y sobrevivir en las más diversas circunstancias, pudiendo superar las adversidades y las condiciones externas del medio y mantener el equilibrio. Nuestros sistemas orgánicos, en esta relación dinámica con el medio, se perfilan y mejoran , sutilizando cada vez mas sus respuestas e incrementando sus recursos.

Como individuos estamos constituidos por diversas capas: físicas, emocionales y mentales, que, como tratan de demostrar las últimas investigaciones interdisciplinares, tienen mucho que ver en su desarrollo, con nuestro substrato biológico, y en concreto con el hecho de que somos organismo animales, mamíferos. Este detalle es crucial para entender el funcionamiento de nuestros cuerpos, nuestras emociones y nuestra forma de pensar.

En la profundidad de toda esta panorámica subyace, abrazando todas las capas y aspectos, nuestra naturaleza trascendente o espiritual que recurre a todos estos flujos con el fin de motivarnos a avanzar hacia el encuentro de nuestro Ser Esencial. De este modo, el Espíritu, se va a manifestar, desde esa profundidad, a través de pulsiones, generalmente inconscientes, que nos empujan, misteriosamente y aunque nos pese, a caminar en alguna dirección.

Diferentes autores hablan de estas pulsiones tratándolas desde diferentes ópticas, no relacionadas con nuestra naturaleza trascendente. Nosotros hemos elegido por gráficas y sencillas las postuladas por la psicología humanista: Libertad, Amor y Poder, entendiendo este último como la voluntad.

Estas tres pulsiones innatas se complementan e intercalan en cada individuo, aunque el peso de una de ellas sea mas determinante dependiendo del caso. Libertad, amor y poder forman un triangulo que podríamos relacionar con pensamiento, sentimiento e instinto, con espíritu, alma y cuerpo, con aire, fuego y agua, o con muchas otras triadas enunciadas por las diferentes tradiciones espirituales del planeta. Realmente podríamos representarla gráficamente como pulsiones anidadas:

La libertad englobando al amor y al poder, el amor a su vez englobando al poder, y el poder configurando el núcleo de este gráfico. La ausencia de una de estas capas haría perder coherencia al conjunto y finalmente toda la construcción se derrumbaría, dejando de tener sentido su existencia.

Resumiendo:

En esa línea de razonamientos, grandes científicos e investigadores de la talla de H. Laborit y M. Odent, ambos europeo, concluyen que el origen de toda patología es la inhibición de la acción (H. Laborit, La Paloma asesinada) o , lo que es lo mismo, la sumisión (M. Odent. El bebe es un mamifero).

El animal humano, en vías de ser humano, ha nacido para desarrollar su bien personal *, y se apoya en esas tres pulsiones citadas para conseguirlo, aunque en el camino nos podemos quedar estancados, colapsados, paralizados, sometidos por agentes externos que sobrepasan nuestras posibilidades de autorregulación y agotan nuestros recursos, abocándonos a una vida precaria más próxima a la enfermedad que a la salud. Nacidos para desarrollarnos libres y crecer en conciencia, en amplitud y profundidad , la sumisión nos enferma .

*concepto haptonómico (haptomomía: ciencia de la afectividad) que define muy bien que hemos venido a hacer aquí.

Otro europeo, el Dr. Hamer, relaciona las patologías con conflictos biológicos derivados de nuestra herencia evolutiva como seres vivos y propone resolver la enfermedad descodificándola, tomando conciencia del origen de estos conflictos y vivenciando las situaciones conflictivas desde una capa más humana. Muy interesante, aunque duro de aplicar y de hacer entender al resto de la comunidad científica y especialmente a los pacientes que quieren una solución, casi mágica, ¡ya¡.

Tanto Laborit como Odent, en sus investigaciones, ven claro que el poder patológico de la sumisión y el colapso se drena a través de la agresividad, la sexualidad y el ejercicio físico, permitiendo al organismo aliviar la carga tóxica del sometimiento y mantener el equilibrio, aunque de forma precaria, con relativo éxito. Esto explicaría la explosión de violencia en la que vive la sociedad humana. Las aportaciones de estos tres autores, citados anteriormente, nos parecen fundamentales para entender, en toda su extensión, el concepto de enfermedad o patología:

Un individuo saludable, con mayúsculas, debe ser capaz de relacionarse con sus pulsiones profundas y permitirse desarrollar su bien personal, sometiéndose tan solo a esas realidades metafísicas que llamamos el poder del absoluto, la fuerza del cielo, la fuerza de lo innombrable, el Tao, Dios, Allah, etc…, que es como decir regirse por los ritmos y leyes de la naturaleza o de la creación.

Para ello solo nos cabe armonizar nuestro medio interno con el medio externo:

Bibliografía recomendada: